Friday, June 25, 2010

LA PENITENCIA DE ZACARÍAS DE MOSQUERUELA





Este relato lo escribí para un concurso que pasó con bastante pena y ninguna gloria. Curiosamente el ganador fue otro fraile medieval de vida más florida. Cosas que pasan. Pero este buen Fraile no merece morir dos veces y ya que el depositario intelectual y albacea soy yo, mi obligación es que su historia no quede en el olvido. Espero que os guste.


1. Por mi culpa.

Para un clérigo, esclavo de atril, pigmento y pincel, que en el camino a la perfección marcado por Nuestro Señor, ha tropezado mil veces, y sobre todo, en la piedra de la masturbación, aquel encargo de Su Eminencia, más que un honor resultó ser una pesadilla. Entendí que el Altísimo en su justicia todopoderosa, no sólo me castigaba por el vicio que vaciaba mis entrañas, sino que enterado o quizás chivado por el mismo diablo, estaba también al corriente de mis dibujos lujuriosos, si así, de manera benevolente se les podía llamar, pues sobrepasaban las escaleras de la lujuria y se internaban en la locura de cabeza.

Cercano el fin de los tiempos, cuando el lodo de la perversión inunda los palacios, los claustros y las cabañas de los campesinos, a nadie ha de extrañar que el Divino y su cohorte de Justos vengan a saldar las cuentas a los hombres. Así pienso, pero mi queja es que llamándome Zacarías, con una zeta bien clara encabezando mi nombre siendo última en orden alfabético me haya tocado ser el primero en lo que a desgracias se refiere. Así fue que el Divino me dispuso un aperitivo servido en forma de delicada carta del Obispo de Segorbe, portada por la pequeña mano, regordeta y sonrosada de mi Prior, el Mío, que se acercó sigiloso al tablero donde laboraba, dejando caer la carta sobre el pergamino que aún tenía las tintas frescas. La carta arrolló la barba de San Mateo, extendiendo la gota de marrón fierro sobre las bellas caligrafías del hermano Gabriel.

- Mal agüero, fray Zacarías. No he de recordarte que pisas tierra del Reino de Aragón y es al Obispo de Albarracín a quien te debes y no al impostor de Segorbe que sólo a Valencia mira.

En aquella guerra soterrada entre obispos, deanes, arcedianos y canónigos, mi humilde persona tenía las de perder y como hijo de la Villa de Mosqueruela estaba en mi ser, por así decir, tener si es preciso, “la mosca detrás de la oreja”.

Mi Prior, el Mío, prosiguió con sus delicados modales:

- Careces de padres y prudencia: ¡Ábrela y léela ante mi con la humildad del lego! –al mismo tiempo que hacía volar el crucifijo que se sacó de la manga y lo atrapaba, asiéndolo por la parte superior a modo de puñal. Bajo los pies clavados del Redentor el madero se afilaba terminando en una punta dolorosa, que fue a anidar bajo mi barbilla. Al punto dejé de tentar mi suerte.

2. La carta

Quebrado el lacre, así decía la carta del Obispo de Segorbe:

“Que la Gracia de Dios te proteja hermano Zacarías. Es una suerte alcanzar el favor de los poderosos y más si a Dios representan. Tengo sobre mi mesa el “Devotio Instans” y en los momentos de tribulación y desasosiego suelo ojear sus sugerentes dibujos y en las formas sinuosas de las flores y guirnaldas que adornan las capitulares adivino ángeles, envueltos en túnicas doradas y transparentes que ensalzan el nombre de Nuestro Señor. Pregunté, quién era ese artista tan dotado que entre hojas de acanto hace ver esos cuerpos virginales. Es Zacarías de Mosqueruela, me respondieron: el mejor iluminador que ha dado el reino de su Majestad, incluidos Nápoles, Flandes y todo el Ducado de la Borgoña. Recibí información de que este fraile, vos, no sólo iluminaba doctos códices y vidas santas sino que también realizaba curiosas pinturas de corte helénico.”

En este punto las manos me comenzaron a sudar.

Si mi Abad adivinaba la insinuación que estaba haciendo el Obispo iba a irme al otro mundo con un crucificado clavado en la espalda. Que una cruz igual sirve para salvarte que para que te claven en ella.

Proseguí la lectura sin perder ritmo ni aplomo.

“Y dada tu condición de siervo de la Iglesia y esclavo de la fantasía, te he elegido para una misión, que sin duda purificará tu mente y te preparará para el postrero Purgatorio que a buen seguro te espera”.

Mi Señor Prior, el Mío, refunfuñó.

“En cinco días te espero en Segorbe. Y de favor, dile a tu Prior que necesitas un útil instrumento de profunda mirada, largas orejas y que se desplaza lentamente, menos costoso de lo que mi Obispado, al que nada aprecia él, paga por los sagrados libros que compra a su monasterio. Dile que te provea de un burro”.

3. La penitencia

Después de cuatro horas soportando el frío helado, abrazado al caliente hocico del asno, alguien gritó mi nombre. Crucé el patio del palacio y bajo los arcos me esperaba un grueso benedictino con cara de oso enfadado. Sabe Dios el odio que le tienen a nuestras humildes sayas pardas.

- ¡Acompáñame fray Zacarías de Mosqueruela! Me gritó como si estuviera encaramado en un púlpito. Si hubiera podido aquel hombre me habría pateado el trasero.

Le seguí hasta un habitáculo cercano a las cuadras. Allí estaba el Obispo sin el boato al que la carta apuntaba. Después de arrodillarme le bese la mano. Supe que era él por el color rojo de la bocamanga y el grueso anillo pastoral -de oro macizo- que adornaba su dedo. La luz apagada de la vela no era suficiente para ver su rostro y yo lo prefería así.

Abrió un libro que descansaba en un atril. Era una copia del “Comentario al Apocalipsis” de Beatus de Liébana. Lo conocía demasiado bien. Enfebrecido -a los catorce años- lo había copiado una primavera plagada de olores, pájaros, insectos y polen. En el jardín del claustro las hojas entrelazadas mecían gotas de agua cristalina mientras yo soñaba con ángeles desnudos que bailaban unidos celebrando la gloría del divino.

Me quedé extasiado ante lo que yo, alguna vez logré pintar.

-¿Que ves aquí Zacarías? –me preguntó el Obispo con una voz que parecía salir del fondo de un cántaro.

-Profetas que cantan y tañen sus laúdes alrededor del Cordero Divino, mi Eminencia.

-Y ahora… ¿que ves? – dijo, mientras desplegaba una de las hojas y le colocaba detrás la vela.

Todo mi cuerpo comenzó temblar, mis rodillas se doblaron. Y postrado, me oriné como un niño.

- Hombres desnudos unidos que bailan y tocan los laúdes. Una fantasía que el capricho de las tintas y el mismísimo diablo han iluminado -dije con un hilo de voz.

- Si, un pobre diablo llamado Zacarías que arderá en las llamas de la purificación después de sufrir tortura… si no cumple la penitencia que se merece -noté que su Eminencia no quería perder un ápice de su tiempo con un fraile carne de hoguera y sambenito.

- Cuando salga la próxima luna quiero que estés en un lugar llamado “El Humilladero” en las cercanías de Alcalá de la Selva. Allí te encontrarás con hombres armados. A ellos y unos carros de bueyes tienes que guiarlos por senderos y atajos, lejos de pueblos y aldeas, hasta la cima de Peñagolosa. Tu conoces esos caminos y os llevará cuatro jornadas. Si alguien os avista aunque sea un halcón date por quemado vivo.

Me dio mala espina el lugar del encuentro. Ser “peirón” era mi sino y mi humillación sabía que llegaría más pronto que después.



4. La muerte.

A veces le pido a Dios que me revele el nombre de mi madre y el sitio donde abandoné mi cuna. No puede ser que la barriga que me engendró fuera la gélida agua de un pozo. Sentí su calor, el olor a leche de cabra y sueño que sus ojos negros me miran y sus labios me vuelven a rozar mientras susurra en lengua extraña una nana. Quizá por eso los caminos que rodean la comarca son mi claustro y sus bosques la abadía.

Llegué una noche antes a la cita, propio del vecino de mi villa que al tener por escudo la vulgar mosca y no el fiero león, el flamígero dragón o la culebra reptante, se ha de conformar en soportar las molestias del insecto y aprender de él su mejor cualidad: “Antes que me aplastes ya he volado”, y además: si metes en el mismo puchero gente armada, obispos y al Santo Oficio está claro que la carne eres tú. Así fue que até el burro a un castaño y me subí en lo alto, sin otra dedicación durante una jornada que comer castañas y esperar.

Los últimos rayos iluminaban el lugar y un cierzo afilado batía los árboles. La oscura silueta de un edificio de sillería -“el humilladero”- daba un aire siniestro al lugar. Desde mi atalaya podía ver el camino. Al principio creí que era una manada de lobos. Encorvados, se movían sigilosos por entre los arbustos, confundiéndose con los troncos de los árboles. Un brillo plateado me alertó: era la hoja de una espada. Sentí rondar la muerte y permanecí quieto rogando al Salvador que La Pálida no percibiera mi presencia.

Por un recodo del camino apareció una caravana de carros que avanzaba lentamente. Portaban lo que parecían grandes cajas ancladas con cadenas. Los hombres azuzaban los bueyes; detrás de los tres carros iba otro de singular apariencia tirado por caballos. Lentamente se dirigían a la boca del lobo. En el bosquecillo que iban a atravesar les esperaban emboscadas las criminales sombras. En un instante el bosque se lleno de golpes, chirridos, jadeos agónicos y olor a sangre. Un grito desesperado de mujer rasgó el aire. Pedían clemencia y llamaban a sus madres. Ningún ser humano les escuchó porque los asesinos eran crueles bestias y a mí el miedo me había convertido en una rama más del árbol que me escondía.


5. El germano

Cuando amaneció me sentí un alma en pena. Estaba en un riachuelo y me lavaba la sangre de las manos, los brazos y el sayo. Aquella noche triste fui un piadoso sepulturero. Separé los cadáveres amontonados en el terraplén donde los habían tirado como animales degollados. Luego les tape el rostro y di cristiana despedida. Eran seis hombres, uno casi un niño, y una mujer tan bella como la Virgen María con el rostro blanco, como cincelada en mármol, y cabellos rojos que a la luz de la luna le hacían parecer una princesa de los países del norte que dormía plácidamente.

Exhausto me tumbé en el humilladero esperando que vinieran los hombres armados como me dijo el Obispo de Segorbe: sabiendo que si les acompañaban cuatro carros eran los asesinos. Sería la nona cuando alguien me despertó y creí que era la muerte que, harta de jugar conmigo toda la noche al gato y al ratón, me había atrapado.

Era un hombre extraño. Alto, grande y poderoso cubierto por una capa de piel de oso. Su vestimenta y la trenza rubia que caía sobre su hombro lo señalaban como extranjero, detrás me pareció ver un caballo tan alto como él y una mula con grandes alforjas. Le miré a los ojos confiado porque en nada se parecía a un hombre de armas. Me dijo en retorcido castellano que era un germano de nombre Johannes Von Bauer y preguntó si había visto pasar una caravana de carros que se dirigía a la Villa de Mosqueruela.

Estallé en llantos.

Me abrazó como un padre y despacio los dos entrelazados caminamos hacia el terraplén. A cada paso dejé de apoyarme en él, para ser él quién se apoyaba en mi. Cuando vio entre los cuerpos la pierna ensangrentada de su amada corrió hacia un árbol y lo agarró con la rabia de un oso herido, zarandeándolo, a punto de arrancarlo como un rastrojo. Las hojas amarillas y naranjas cayeron sobre él. Se acurrucó entre las raíces muerto de dolor y las hojas le cubrieron como una manta.

Al cuarto rosario me acerqué y puse mi mano sobre la suya. Le dije que me llamaba Zacarías de Mosqueruela y era iluminador del Monasterio de la villa donde se dirigía, que los asesinos volverían ese día. Que iban de llevar los carros robados hacia oriente pasando al Reino de Valencia por la cima de Peñagolosa. Se revolvió y me puso la punta de un puñal a la altura del corazón.

- ¿Porqué lo sabes?

- Yo voy a ser su guía. Y la punta del afilado fierro se mantuvo milagrosamente quieta. Un hispano o un morisco de estos reinos calientes me lo habría clavado, pero está en el germano ser frío, como su clima, y saber cómo cocinar lentamente una venganza. Me ofreció el cuchillo para que en el suelo dibujara mi destino. Hecho con la mano al barro, señalé cuatro jornadas y pedí de voz que por la gracia del Dios avisara a mi Prior de Mosqueruela y si por piedad ante mis pesares viniera, no lo hiciera sólo con monaguillos, que era cosa de recios guardias y alguaciles que a los Fueros de Aragón defendieran, porque me constaba que llegado a mis siempre queridas tierras levantinas, mi cabeza humana, la Mía, en calavera se habría de tornar.

El germano se alejó por el camino. Entre el cuello y la cola de su mula en un hilo perfecto y tenso reposaba el cuerpo de su amada, casi sostenido en el aire, luminoso y blanco. Nunca ví a la muerte tan bella, ni a la vida tan muerta, caminando, y tan perdidas.


6. El Renacimiento

Queden las cuatro jornadas condenadas al olvido. Entre los homicidas había gente muy noble y mercenarios, unidos por la sangre derramada. No probé su pan ni bebí su agua. Recé por las almas inocentes y porque apareciera mi Prior acompañado de un ejército de ángeles vengadores. Nada ocurrió y cuando pasamos junto a la gigante roca del Pico de Peñagolosa, supe que estábamos en Castellón. Desposeído de mis fueros y abandonado por mi gente. Era el testigo de una infamia y no me iban a dejar ver amanecer un día más.

A la puesta de sol bajábamos por un barranco y estuvieron a punto de despeñarse bueyes y carros. Si mi muerte estaba escrita, el Señor me despidió con una fiesta de olores en el bosque más bello que nunca vi: tejos, acebos, rosas silvestres, todo salpicado de violetas: un elixir preparado por la naturaleza que me hizo conciliar el último sueño.

Al amanecer no me despertó el trino de los pájaros, lo hizo el extraño sonido: de un chasquido metálico seguido de un silbido, repetido hasta siete veces. Me incorporé, trastabillando, preso de la debilidad y me dirigí al lugar donde estaban los carros y la tienda del Mandamás. El camino estaba sembrado de muertos. Todos los asesinos tenían clavados unos dardos de fierro y los ojos cargados de horror. Desde la profundidad del bosque alguien los había cazado sin darles tiempo a sacar sus espadas. Cuando me acerque la tienda vi el lomo peludo de un gran oso. Estaba dentro y yo tenía que correr sin volver la vista atrás.

Durante meses los Alguaciles del Rey me preguntaron una y otra vez y no supe o no quise contestar: ¿Qué pasó en el barranco? El Barranco de la Pregunta.

Una mañana entró un carro, dicen que portugués, a la Plaza Mayor de Villahermosa. Sin nadie a las riendas y con siete hombres muertos.

No recuerdo los días que pasé en la oscuridad pero cuando abrí los ojos estaba en una cabaña. En una esquina una mujer cantaba una nana a un recién nacido. Creí que era mi madre y la algarabía era la lengua que tenía encerrada con llave en un lugar de mi cabeza. Así, he de decir con orgullo que Zacarías de Mosqueruela, nació morisco y vivió cristiano.

La juventud y los buenos cuidados de aquella gente pobre de la sierra me devolvió la savia. Ellos me llevaron al monasterio y en la puerta me dejaron como hizo mi madre hacía veinte años y fue así que volví a nacer. Di todas las gracias de este mundo al morisco y a los dos zagales que hijos suyos eran y le dije que su Alá se lo pagaría en el Edén. Me contestó que ya estaba pagado y lo fue por el hombre que me dejó a su cuidado. Sacó del bolsillo una gruesa moneda oro. La observé. Parecía un sello y en el escudo se podía distinguir: un oso, una ballesta y un hombre que parecía esparcir la semilla por el campo. Al devolvérsela el morisco me dijo:

- Está moneda llevará a mi familia y a mí al otro lado del mar. En Tunis lloraremos por nuestros bosques y nuestras huertas de las que nos echan. Pero volveremos a nacer y alabar a Alá y su Profeta Mahoma, sin ser ni humillados ni escupidos.


7. La máquina

El Día de la Romería de San Martín, grandes cosas me ocurrieron que hicieron reconducir la hasta ese momento torturada vida por la vereda sosegada del estudio, el trabajo y la oración. Hacía un mes que el mismísimo Papa había zanjado disputas uniendo las dos Diócesis en una llamada de Segorbe y Albarracín. Al fin El Santo Oficio y los Alguaciles retiraron cargos y sospechas. Aunque periódicamente el resto de mi vida me harían la dichosa pregunta del barranco. Esa mañana mi Prior me dijo que fuera con él al Barrio de La Estrella, que quería enseñarme algo misterioso. Alegres, mezclados entre las gentes contenta por el vino, mi Prior, el Mío, y yo fuimos a la llamada Casa Vieja. Entramos en una nave de altos techos, un rayo de luz entraba por el ventanal, iluminando el artefacto más grandioso y a la vez hermoso que en mi vida viera.

Una imprenta.

Un hombre giraba una manivela mientras la prensa imprimía el papel de arroz. Miró a la luz el resultado, dejó con cuidado el pliego sobre una mesa y se dirigió hacia nosotros limpiándose las manos. Nunca me hubiera olvidado de su cara, Joannes Von Bauer me abrazó como un oso y nos enseñó la imprenta y su funcionamiento. Me miró fijamente a los ojos y me dijo:

- Esta es un arma más poderosa que un ejército y expande el pensamiento y la palabra del Señor más que mil monasterios. Algunos han osado matar por tenerla. Dando unos golpes a la madera para demostrar su solidez y prosiguió: al menos se necesitan tres carros con dos bueyes cada uno para transportar esta imprenta.

Justo detrás, en la pared, colgaba un gran ballesta. Se dio cuenta que la miraba de reojo y dijo en difícil castellano: “Fray Zacarías, sólo sirve para cazar osos”.

Mi Prior, como si de una homilía se tratara me comunicó que a partir de aquel momento ese iba a ser mi trabajo y que nadie mejor que yo, maestro en iluminaciónes y caligrafías a pluma, para mejor aprender. Que muchos libros sagrados había que hacer y que el “Maestro Juan” me habría de enseñar el nuevo oficio de impresor que a buen seguro iba a cambiar el mundo.

Por un momento me vi , en lo que tarda el vuelo de una mosca, pasar de un tiempo antiguo a otro nuevo. Pisando con una sandalia en un sitio y con la otra en otro.









Thursday, March 18, 2010

POR FIN SE PUBLICA "LA KÁBILA DE TZEN"

Como dice Tatio. Un  chaval de cuarenta años apalancado en casa de los padres . Parecía que la novela no quería conocer mundo: ¡Por fin se pira¡.  Se presenta en Melilla el 27 de Abril. Aquí va la sinópsis  y las portadas que preparé. Han sido sometidas a una votación en Facebook en Bumpholibro, sitio que os recomiendo. La última , la cuarta la votaron por unanimidad. Parece que todos estamos de acuerdo.
 En un cuartel perdido en las montañas del Rif
en el norte de África. Carmen, la mujer del capitán,
resucita a un gallo ante los ojos atónitos de los rifeños.
Son los primeros pasos que el lector dará para adentrarse en un mundo de aventuras y leyendas. Una  historia con protagonistas anónimos, enemigos ayer, amigos mañana. Musulmanes, cristianos y hebreos en un espacio perdido, unidos por hilos invisibles de amor y odio. La kábila de Tzen es el lugar imaginado que el lector ha soñado visitar. Tomar un té con el santo Ben Salam, hablar con Abdelkrim y mirar los ojos hipnóticos de la Aïsha Kandisha, la mujer de las patas de cabra, un segundo antes de que te devore. Un mundo mágico, a veces cruel y otras conmovedor, donde la naturaleza humana, con las armas de la amistad y el humor, se impone a las fuerzas de la incomprensión y la guerra.

Tuesday, December 22, 2009

Von Paulus Zalduondón existe


Carl Spitzweg titulo  este cuadro " El pobre escultor o poeta o algo así" Corría el 1839.
 Además de ser una de las pinturas más queridas por los alemanes, siempre le ha acompañado el misterio sobre algunos sospechosos objetos que acompañan al que parece ser un poeta que ha dejado todo las veleidades materiales por amor al ingrato Arte y para colmo parece constipado. Rose-Marie & Rainer Hagen, estudiosos del autor,  creen que lo que escribía el hombre ha aparecido en una nota anónima mandáda por un tal Von Paulus que decía así:

"Lassen Sie sich nicht ein Bauer zu wissen, dass eine gute Ernte guten Samen, guter Dünger und Bewässerung erfordert.Es ist auch offensichtlich, dass diejenigen, die das Land zu kultivieren ist nicht für die Geduld mit derAussaat und schreit mit all seinen könnte, "Grow, verdammt noch mal!"
Es ist etwas sehr Merkwürdiges passiert mit dem japanischen Bambus und wird es für den ungeduldigen ungeeignet:Plant das Saatgut, Dünger, und darauf achten, dass es Wasser ständig.
In den ersten Monaten spürbar nichts passiert. In der Tat nichts passiert mit den Samen in den ersten sieben Jahren,so dass ein unerfahrener Züchter davon überzeugt, würde Samen gekauft haben, unfruchtbar."

 Traducido sin ningún escrúpulo al castellano sería:
"Pues sí querido amigo y amiga, me encuentro en estos momentos difíciles para mi, rodeado de la luz mortecina de los días lluviosos, intermináblemente lluviosos, metido en ese fango, que en toda trinchera que se precie, rodea tu mirada, tu cuerpo, tus esperanzas de un mundo nuevo, por tanto, mejor. Y sin el consuelo de ver a otros compañeros que ya han caido...¿ Dónde estarán ahora con su, a buen seguro, mirada radiante, su sonrisa esparcida hasta ese horizonte vetado a ti.
Esta batalla la ganaré, lo sé; pero mientras, no cejaré de batirme el cobre con este inmenso y verde y pegajoso moco que desde la madrugada de ayer no  da cuartel a mi trémulo cuerpo. ¡Visca el BarÇa!

Nota de prensa de Carolus Jaques

Tuesday, November 24, 2009

El Feo púbico (Un extraño caso para el Doctor Deseux) Premio Concurso de Relatos Depilación Laser 2009 listmaster@corporacioncapilar.es

Primer día.

 Marcia Hernández pisaba por primera vez la consulta sexológica del Doctor Deseux. Se distrajo en observar los diplomas que colgaban de la pared. Que si un Master del Instituto Sexológico de Reykiavik. Otro de mantras erógenos de India y Nepal. Curso acelerado en eyaculación precoz en un plísplás y un premio, magníficamente enmarcado, otorgado por el éxito editorial de su manual de autoayuda : “ Como superar el miedo a tu propio sexo y el pánico ante el de tu pareja”. Marcia pensó que el Doctor era un compendio de conocimientos pero dudaba que fuera capaz de solucionar su problema.
 Al fondo de la sala, iluminada por la claridad que entraba por la ventana había  una bella estatua griega. Marcia no pudo evitar un ligero escalofrío al ver aquella figura tan perfecta. Era un hombre desnudo que alguna vez había llevado una lanza y parecía andar relajadamente . Sus poderosas piernas : una firme y la otra ligeramente  flexionada, le arqueaba el cuerpo de tal forma que marcaba la cintura y cincelaba el pecho. Para colmo, desde su cabeza ligeramente inclinada, sonreía. Ella, extasiada, observó la superficie pulida del mármol hasta llegar a su pelvis y allí lo vio. Agazapado estaba el mismísimo Groucho Marx.
Dio un respingo y oyó una voz a su espalda.
-Es Doríforo. Aquiles para los amigos. Su autor fue el griego Policleto discípulo de Mirón- dijo el doctor invitando a Marcia a sentarse en el diván. Después de ponerse las gafas de psicoanalista belga y echarle un vistazo de arriba abajo prosiguió: Policleto consiguió su ideal de belleza y su altura mide su cabeza por siete.
Ella se sonrojó. Más que las proporciones, estaba mirando otro sitio más intimo del mozo de piedra y el doctor le había pillado. Pero lo peor era que su mente y Groucho Marx se la habían jugado otra vez.


Meses más tarde.

Después de muchas sesiones el Doctor no conseguía descifrar los motivos subconscientes que provocaban en Marcia sus alucinaciones a la vista de las pelvis de los hombres que había conocido- íntimamente-  y que a su vez, acompañaba con fobias que hacían que sus relaciones sexuales llegaran a ser insufribles. El eminente sexólogo se lo tomó como cosa personal. Hizo un estudio sobre sus relaciones una por una y le llamó la atención que ella en vez de llamar a sus parejas por el nombre les llamara por apodos. Primero salió con David Bisbal, luego con Paulina Rubio, también con Miky Mouse. La lista siguió aumentando con la madre de los Simpson, Chiquilicuatre, Amy Winehouse y hasta el sabio de la tele Señor Punset, que así llamaba a la pareja que tenía en ese momento.
Deseux estuvo a punto de tirar la toalla, pero una tarde ella señaló a la estatua Doríforo y susurró:
- Mira que está gracioso ahí Groucho Marx.
El posó su vista en la pelvis de la estatua. No se lo podía creer, allí estaba. Cuando terminó la sesión, como un poseso cogió los nombres y dibujó el peinado de cada personaje en forma de vello púbico. Y todos aparecieron salidos de su lápiz y de la calenturienta mente de la chica. Cada  sexo recordaba un personaje. El Chiquilicuatre de vello espeso y con patillas ; el de David Bisbal con graciosos ricitos, otro como afro, otro punki y así. Más feos que bellos, los diferentes vellos púbicos parecían una colección de pelucas.
  ¿ Como vas a practicar sexo saludable si el miembro de tu compañero parece tener el mismo “look” que la clarividente cabeza del Sr. Eduard Puset?


El última día.

Ella triste, se tumbó en el diván. Y el doctor rasgó la hoja de su cuaderno de apuntes y se la enseñó.
-Esto es lo ves ¿no?
Emocionada con lágrimas en los ojos contestó:
- Si, esta es mi pesadilla- Y le preguntó preocupada si lo suyo tenía solución .Él sonriente sacó del bolsillo una tarjeta azul de la clínica de depilación.
-Que vaya tu chico contigo. Ellos lo resolverán: son especialistas. Nunca más le llamarás Sr. Punset.
 Marcia estalló de alegría dándole un beso tan efusivo que las gafas de culo de botella del Doctor saltaron por los aires.
Cuando la chica se hubo ido, él se quedó observando la bella estatua de Doríforo y se preguntó que haría si se tropezara con joven tan bello como aquel. Salió del despacho y pidió a su secretaria que le pidiera hora para hacerse una depilación.
La chica quedó un poco sorprendida. Al cabo de unos segundos le dijo:
- Doctor, me preguntan que tipo de depilación desea.
- Intima, muy intima – dijo Deseux , dispuesto a liberar su cuerpo y su mente de una vez por todas.


Nota del autor
Este relato, un tanto delirante, tiene su base científica. Adjuntos vean los documentos gráficos que el Doctor Deseux ha tenido la gentileza de aportar.

Monday, November 09, 2009


Copla mora©

I

El viento le dice
  que hoy no amanece

Micaela espera
  las sombras se van

Ya nada se esconde
  y todo aparece

 Todo deja quieto a Tanger hablar


 II

Te he visto que triste
   por la kashba andas

Que sueñas y olvidas
   la vida al pasar

 Que a veces susurras
    otras veces gritas

y agarras el aire que loco se va


III

Micaela al viento
   escucha el secreto

Se sabe perdida
    Que nunca se irá

El cielo y las calles
    le han robado el alma

Cautiva de Tanger
           Cautiva del mar